Los peligros del «piercing»:
Anillarse distintas partes del cuerpo puede provocar infecciones graves
si no se siguen las condiciones higiénicas adecuadas
MYRIAM
LOPEZ BLANCO
La primera vez que Anne Greenblatt decidió acudir a un anillador
-persona que
hace piercings, es decir, que perfora la piel para colgar joyas en
distintas
partes del cuerpo- fue para engancharse un aro fino de acero quirúrgico
en el
borde de la boca, justo por debajo del labio inferior. Pero después de
dos
días, el labio de Anne lucía una desagradable infección que sólo
desapareció
con la ayuda de antibióticos. La idea de poner un aro en el labio (y no
una
barra, que es lo que se elige para esta zona del cuerpo) no fue
acertada.
Tampoco la de utilizar una joya tan fina. Cosas, ambas, que debería
saber
cualquier anillador profesional que se precie para evitar consecuencias
quepueden llegar a ser muy graves.
Pero el problema es que los profesionales del piercing no abundan y que
los
médicos rechazan o ignoran esta técnica (o arte) milenaria que está
ganando
adeptos en todos los rincones del mundo. En España -donde este
procedimiento ha
empezado a extenderse hace relativamente poco- no hay ningún control al
respecto y cualquiera puede coger una aguja y montar un pseudonegocio en
el
cuarto trasero de un bar o en plena calle (como ocurre en el popular
mercado de
El Rastro de Madrid) anillando a la población y exponiendo a los
clientes a
toda suerte de infecciones. Si se realiza con un equipo contaminado, el
piercing puede llegar a provocar hepatitis, infección por pseudomonas,
virus
herpes simplex, virus Epstein Barr, candidiasis o sida.
En países como EEUU, existe cierto control de quienes hacen piercing, y
de cómo
y dónde se hace. El uso de autoclaves, guantes, instrumentos y locales
totalmente esterilizados -como los de un hospital- se hace obligatorio
en una
sociedad donde llevar anillos en la cara, labios, nariz, cejas, lengua,
pezones, ombligo, orejas, e incluso genitales se está convirtiendo en
el signo
de identidad más común. Amas de casa, abogados, hombres de negocios,
políticos
y todo tipo de personas llevan hoy el cuerpo anillado. Sin embargo, en
España,
y en general en Europa -donde el piercing llegó más tarde- no hay
nadie que
vele por la salud de los que quieren anillarse.
En EEUU, Gauntlet International cubre todas estas funciones,
aquí aún
inexistentes. Esta organización es el negocio de piercing más
antiguo,reconocido y prestigioso del mundo, que fue fundado en Los
Angeles por
Jim
Ward, en 1975.
Estudios para hacer piercing, venta de joyas, instrumentos y material
para
anillar, seminarios impartidos por todo el mundo para enseñar esta técnica,
vídeos con instrucciones y la revista Piercing Fans International
Quaterly
(PFIQ) es lo que ofrece Gauntlet, que además ha iniciado una campaña
internacional para acabar con los malos anilladores.
Michaela Grey es la directora de los seminarios y codirectora de la
revista
PFIQ. Grey es una master piercer, término que designa a una persona con
muchos
años de experiencia, que conoce esta técnica a la perfección, y que
es
reconocida dentro de esta gran industria como un líder. Un master
piercer sabe
cómo atender al cliente; cómo realizar el anillado de forma segura e
higiénica;
qué materiales utilizar; qué tipo de joyas van bien en una zona u
otra; qué
cuidados requiere el cliente después del piercing; cómo resolver los
problemas
que aparezcan, etcétera.
«Hay muy pocos master piercers auténticos en el mundo, aunque muchos
de los que
anillan se ponen el título», declaró Michaela Grey a EL MUNDO. Y lo
peor es que
muchos se atribuyen el pertenecer a Gauntlet, sin que sea cierto, y van
impartiendo seminarios por medio mundo. Esto ocurrió a principios de
este mes
en Barcelona. Karen Hurt llegó de San Francisco, supuestamente de
Gauntlet,
para dar un seminario. Nueve personas pagaron 200.000 pesetas (cada una)
por
cuatro días de clase. «Nunca hemos dado un seminario en España, el
primero que
daremos en Europa será a finales de año en nuestra sede de París, en
el estudio
de Dominique Minchelli, y que será impartido en español», dice Grey.
(23 Rue
Keller, París 75011. Tel: 33-1-47-00-73-60).
En EEUU, existe una Asociación de Anilladores Profesionales
(Association of
Professional Piercers, APP) que ofrece en Internet una lista de los
profesionales de esta técnica. Según esta lista, no hay ninguno en
España.
"Nosotros pretendemos que las personas interesadas asistan primero a un
seminario para aprender a anillar y después pasen por lo menos uno o
dos años
trabajando como aprendices junto a un profesional reconocido", dice
Grey. "Yo
tengo un dicho: Cuanto menos se sabe de piercing, más fácil ea" . Y esto
es lo que
ocurre con esa gente que perfora en los mercadillos, algo que
desgraciadamente
es muy común y muy peligroso porque pueden estar extendiendo
enfermedades y
causando daños muy graves en el cuerpo de la gente», añade Grey.
La ignorancia de los médicos
Con los médicos pasa algo parecido. Muchos de ellos se horrorizan al
ver un
cuerpo anillado, y no comprenden por qué alguien puede querer anillarse
hasta
los genitales.
Pero, últimamente, a medida que aumenta el furor por esta moda, las
consecuencias se están haciendo más evidentes -se compartan o no los
gustos- y
empiezan a aparecer estudios médicos sobre el tema. «La mayoría de
estos
trabajos es muy subjetiva y los autores no se han informado sobre el
tema ni
han preguntado a los que se dedican profesionalmente al piercing», dice
Grey.
Un estudio publicado en el número de julio de la revista Journal of the
American Dental Association (ADA) ha tenido gran resonancia en los
medios de
comunicación las últimas semanas. El trabajo hacía referencia a un
caso de
piercing bucal de un músico de rock que acudió en busca de ayuda a la
Facultad
de Odontología de la Universidad de Virginia Oeste después de tragarse
la bola
del cierre del anillo que llevaba en la boca. Antes de acudir a la
consulta, el
paciente se extrajo toda la joyería que llevaba -en la lengua, el labio
y la
úvula-, cosa que los especialistas descubrieron sólo después de
examinarle y
encontrar un agujero de unos cinco milímetros en la parte anterior de
la lengua
y algunos dientes rotos.
«La consecuencia más obvia del piercing oral es el dolor», escriben
los
autores, Shelia S. Price y Maurice W. Lewis, «ya que el procedimiento
ocurre sin anestesia. Y, además, la joyería intraoral puede dañar los
dientes
(que pueden romperse al morderla accidentalmente), dificultar el habla;
aumentar la salivación y herir las encías».
Para Michaela Grey, estos estudios dejan mucho que desear. «La ADA y
muchos
médicos suelen dar ejemplos de anillados muy poco frecuentes, como el
de la
úvula, que se hace muy poca gente y que la mayoría de anilladores se
niega a
realizar. Y esto les sirve como argumento para decir que el piercing es
peligroso», dice Grey.
Sin embargo, estas críticas no son extensivas a todos los galenos. En
EEUU, se
han empezado a crear listas de médicos simpatizantes del piercing a los
que los
anilladores pueden enviar un cliente que haya tenido complicaciones, y
que
responden sin alarmarse.
Según Grey, la mayor chapuza del piercing es utilizar las llamadas
pistolas
para las orejas, un instrumento que se utiliza para perforar, pero que
no se
puede esterilizar entre intervención e intervención, y que fue diseñado
en su
origen para marcar al ganado.
Uno de los sitios donde suelen aparecer infecciones por un anillado es
el
cartílago superior de la oreja. Y la época más peligrosa para hacérselo
es el
verano, debido a que son los meses de los baños en piscinas, en los que
se suda
más y en los que esa zona de la oreja está más húmeda y más
propensa a
infecciones.
Además, es una zona difícil de tratar, incluso con antibióticos
intravenosos, y
a menudo las perforaciones acaban deformando el tejido. «Hemos tenido
varios
casos de niños con orejas deformadas que tuvieron que ser
reconstruidas, lo
cual es doloroso y caro», dice Ronna Stanley una doctora de Ohio que
escribió
recientemente un estudio sobre las infecciones frecuentes durante el
post-piercing en la revista médica Pediatrics.
«En Europa, estamos muy retrasados», reconoce Toro, anillador y
propietario de
Biotek, un establecimiento del barrio de Malasaña de Madrid. «Yo
recomendaría
que las personas que quieran hacerse un anillado exijan una serie de
cosas. Hay
que fijarse en cómo se va a hacer el trabajo, qué tipo de material se
va a
utilizar (el acero quirúrgico y el niobio son los básicos) y cómo se
va a poner
el pendiente (guantes, etc). En definitiva, el cliente debería exigir
lo mismo
cuando acude a un anillador que cuando va al dentista», concluye Toro,
que
lleva 25 pendientes repartidos por todo su cuerpo.
De acuerdo con Michaela Grey, si la persona que realiza el piercing es
profesional no hay que temer los siguientes riesgos:
1.- Contraer una enfermedad transmisible del anillador, como el sida o
la
hepatitis.
2.- Ser perforado con una pistola para las orejas o un catéter o
cualquier otro
instrumento inadecuado.
3.- Ser perforado con anestésicos (esto conduce a una hinchazón del
tejido,
exceso de linfa en el área y una entrada de la aguja muy profunda y
sinuosa,
sin contar con la posibilidad de que aparezcan reacciones alérgicas a
los
productos anestésicos).
4.- Ser anillado con joyas hechas con materiales, tamaños, grosores o
estilos
inapropiados.
5.- Ser anillado en una zona inapropiada o peligrosa.
6.- Desarrollar una reacción química debida a los productos de
limpieza
recomendados por el anillador (agua oxigenada, alcohol u otros productos
que no
son adecuados para el cuidado after-piercing).
7.- No hacer un seguimiento de cuidados en el caso de que ocurran
complicaciones.
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